LA PRIMERA IMPRESIÓN ES DECISIVA CUANDO VAMOS A HABLAR EN PÚBLICO
Aprende a hablar en público y a comunicar con eficacia
Paco Grau-Cursos de Hablar en Público
Publicado el martes, 09 de enero de 2018 a las 16:35
Uno de los motivos del miedo a hablar en público para muchos oradores poco experimentados es sentir las miradas de los demás clavándose en su cara y en su cuerpo. Se produce una sensación psicológica de falta de protección, como de desnudez. Esas miradas del público dispuesto a escuchar resultan tremendamente hirientes y violentas para muchas personas al sentirse analizadas, escrutadas y escudriñadas en cada uno de los detalles de su apariencia física.
Cuando nos ponemos delante de un grupo de personas, a las que vamos a dirigir unas palabras, tenemos que ser capaces de dejar que nos miren, sin miedo, con tranquilidad, estando seguros de nosotros mismos. Tenemos que superar la posible timidez que nos producen las miradas de los demás. Que nos miren bien mirados. No pasa nada.
Nosotros debemos mirarles también a ellos, tranquilamente, sin prisas. Así establecemos lo que se llama “el contacto visual con nuestra audiencia”. Es la primera forma de comunicarnos con ellos. Debemos procurar mirar a los ojos de las personas que tenemos delante. Es una forma de comunicar seguridad, firmeza y tranquilidad. Esa seguridad, firmeza y tranquilidad impregnarán las primeras palabras que digamos. Recordemos que si, encima, procuramos esbozar una amable sonrisa, sincera, natural, sentida, no forzada, estaremos causando una buena primera impresión a quienes están dispuestos a escucharnos. Y no debemos olvidar que si causamos una buena primera impresión ya tendremos parte del camino recorrido, al menos el del inicio de nuestro discurso, que a veces resulta especialmente complicado para muchas personas por ser los minutos de arranque, de frialdad, de búsqueda de apoyos mentales que nos vayan insuflando confianza y seguridad en nosotros mismos.
DEJEMOS QUE NOS MIREN SIN SENTIRNOS AGOBIADOS
Como leí hace tiempo en un texto de la psicóloga Ángeles Martínez: “La importancia de la primera impresión que nos causan las personas es decisiva, tanto en el plano social como laboral, pues crea en nuestra mente una representación de éstas que se convierte en un prejuicio difícil de modificar. Asociamos la imagen con ciertos juicios y valores, creamos una especie de filtro que nos hace receptivos a los datos que coinciden con esa imagen y refractarios frente a los que no responden a tal esquema. Los psicólogos reconocemos –dice la psicóloga- que la falta de correspondencia entre lo que una persona dice y la imagen que transmite produce falta de credibilidad”. Y no olvidemos que no hay una segunda oportunidad para la primera impresión.
Imaginemos una persona que va a dar una charla, a pronunciar unas palabras frente a un cierto número de oyentes, y que aparece nerviosa, moviéndose sin parar, con la mirada esquiva, mirando al techo, al suelo, a sus papeles, a su reloj, a todos los sitios menos a los ojos de quienes tiene delante. Mueve las manos, se las frota, se las estruja, se pasa la mano por la frente, se toca la oreja, se repasa el pelo, se ajusta la corbata… ¡Es imposible que nos transmita tranquilidad, serenidad ni seguridad en lo que dice! Lo más normal es que, cuando empiece a hablar, le tiemble la voz, carraspee, tosa, trague saliva a destiempo, tenga la respiración agitada o pesada y, si trata de sonreír, lo que le salga sea una mueca extraña que estará muy lejos de resultar agradable ni de transmitir simpatía y seguridad.
En cambio, si cuando nos disponemos a hablar en público miramos con firmeza, con seguridad, con amabilidad y, como me gusta decir, sintiendo cariño por la gente que tenemos delante, estaremos creando la empatía necesaria para que nuestro mensaje les llegue con toda su fuerza de convicción. Estaremos allí, plantados y expuestos a las miradas de nuestro público, sintiéndonos tranquilos, relajados, seguros de nosotros mismos, ahuyentando cualquier pensamiento negativo y con la mejor disposición de ánimo para ordenar nuestras ideas y ser capaces de ir desgranándolas con las palabras adecuadas. De esa forma disfrutaremos al hablar en público y quienes nos escuchan se sentirán atraídos y gratificados por nuestro modo de exponer y presentar nuestras ideas.
Así, en definitiva, el proceso de comunicación será perfecto y nuestras palabras alcanzarán el máximo grado de eficacia, que se consigue cuando logramos convencer a los demás al transmitirles nuestras ideas. Pero no olvidemos que el inicio de este proceso dependía de conseguir una buena comunicación visual con nuestro público: mirarles y que nos miren sin sentirnos agobiados, con paz y tranquilidad.
09/01/2018 16:35 | pacograu